Desde hace mucho tiempo nuestro país ha tenido tantas malas noticias, tantos desentonos políticos, tantos políticos irresponsables y tantos atropellos a las leyes y a la Constitución que nos hemos olvidado de las palabras paz y felicidad.

Nos hemos olvidado de la palabra paz, no es porque estemos en guerra bélica con algún país extranjero o porque exista un peligro eminente de invasión extranjera que quiera aprovecharse de nuestro territorio nacional o de nuestras riquezas naturales. No tenemos paz porque desde hace más de 15 años llegó al poder un grupo de políticos con el único plan de hacernos infelices a los ciudadanos que queremos trabajar y producir en paz.

Estos políticos han tenido la gran habilidad de haber copado todos los poderes políticos de la nación, han creado mecanismos amañados para que los poderes del Estado, el Legislativo y el Judicial, cedan su credibilidad y su poder al gusto y ganas de estos hábiles políticos que para respaldar sus irremediables medidas, han creado grupos de ciudadanos que a cambio de un “viático” defienden las medidas, confrontando así a todo aquel que quiere oponerse o defender el Estado de derecho que hoy más que nunca mediante leyes y decretos ve apavorados cómo sus derechos son vulnerados. Estos grupos de choque, que actúan como perros rabiosos, insultan de “vende patria” “oligarca” o “derecha fascista” a todos los que no aprueban sus medidas. Y lo que es peor, la justicia, que debería actuar únicamente bajo el mando de la Ley, hasta hoy no ha querido investigar casos donde bolivianos murieron fruto de esos enfrentamientos, tales como el viejo caso de La Calancha, El Alto, Cochabamba, Caranavi, los esposos Andrade. No han querido investigar los contratos sin licitación del avión presidencial comprado con sobreprecio, la gran estafa en Enatex, el satélite Túpac Katari, la quiebra de Cartonbol, la masacre de Achacachi, el catering de BoA. A todo esto hay que sumarle los permanentes discursos que promueven el racismo, la confrontación entre bolivianos y, algo que extrapola todos los límites de la razón, el llamado a invadir el Departamento de Santa Cruz con el fin de “sentarle la mano” a los cruceños porque aquí se gestó el movimiento de protesta pacífico de 21 días que derivó en la renuncia de Evo Morales y últimamente, con 9 días de paro en Santa Cruz se protestó por la abrogación de una ley que hacía daño a la propiedad privada de los bolivianos.

No tenemos paz, porque pese a los hechos históricos la justicia boliviana, tal como lo hacen los ministros y portavoces del presidente Arce, sigue creyendo que somos imbéciles señalando a rajatabla que Evo Morales no renunció y que fue derrocado por un golpe de Estado vil y artero de la derecha y del imperio norteamericano. ¿Cómo vamos a vivir en paz así?

Y si no tenemos paz, obviamente la felicidad es muy lejana. Todos los días nos sentimos infelices con las declaraciones ofensivas, con declaraciones confrontacionistas de los mismos gobernantes, con declaraciones racistas y, lo peor de todo, con declaraciones que están lejanas a la verdad. Sí, eso somos, un país de infelices que diariamente oramos para que los políticos que hoy gobiernan no vuelvan a sesionar en horarios secretos y lancen leyes que no son debatidas y que directamente como una flecha lanzada por un arco apunta directamente a la felicidad y a la paz de los bolivianos. Es hora que alguien o alguna fuerza sobrenatural los haga recapacitar, caso contrario, el sueño de trabajar, producir, progresar y ver crecer a nuestros hijos en libertad y en paz, solo será un sueño.

Juan Manuel Arias es Economista