En la misma forma que cuando alrededor de hace de quince años, el país mejoró su estado económico debido el alza súbita y desconocida de los precios de las materias primas que exportaba el país (gas, estaño y otros), al presente se produce un fenómeno parecido que podría originar una nueva etapa de abundancia.
En efecto, el precio del petróleo, que había caído a los 40 dólares el barril (y que no daba muestras de recuperación), en recuentes semanas ha subido a algo más de 84 dólares el barril, ofreciendo llegar a los cien dólares.
Por otro lado, el precio de la soya se ha duplicado, de 300 a 600 dólares la tonelada, mientras los precios de otras materias primas tienden a seguir el mismo ritmo. Al mismo tiempo, otra notable fuente de ingresos para el país es el envío de remesas a Bolivia por parte de trabajadores nacionales, que sacrifican parte de su salario de hambre para favorecer a sus familiares.
Es de destacar que esos nuevos ingresos, todavía no serán tan altos como en el período de gobierno de Evo Morales que duró catorce años, cuando el petróleo subió de 20 a 150 dólares el barril, el del estaño de 20 a más de 70 dólares la libra y otros productos con promedios parecidos, mientras las remesas de nuestros paisanos fluctuaron anualmente en los mil millones de dólares.
Esa recuperación de los ingresos provenientes del exterior, sin lugar a duda, crearán una mejora en el ambiente financiero del país, pero hay que observar que esa mejoría no se deberá al aumento de la producción interna, sino exclusivamente a la subida de los precios externos. Es más, hay que considerar que la producción interna no está creciendo y que, por el contrario, estaría disminuyendo por diversos factores, entre ellos la intranquilidad social que tiende a aumentar. En tal sentido, crecen la deuda pública y el endeudamiento, la incertidumbre en la economía mundial y otros factores que por ser obvios no los citamos.
Pero lo que principalmente se debe subrayar, es que si el ritmo de mejora de la economía (pese a que su origen es exclusivamente externo) se estabiliza o crece más, no se debe repetir el craso error de dedicarse a la corrupción, el despilfarro, la carencia de perspectiva política en los gastos y otros factores que, en los dos decenios anteriores, no fueron tomados en cuenta para sacar al país del atraso crónico e increíble que padece, por mal uso de las reservas monetarias.
Las experiencias recientes en la vida nacional obligan a revisar las políticas económicas, de tal manera de reconocer los errores, rectificarlos y, en lo esencial, no repetirlos, lo cual sería una estupidez. En ese sentido, el futuro del país se encuentra entre la prosperidad y un nuevo fracaso de proporciones inmensurables.