Nadie podría negar que suponer, sospechar o creer y esperar mejoras en el diario vivir es bueno; al contrario, toda disposición anímica relativa a mejorar estados de salud o condiciones de vida y mejoramiento económico de las personas o del país en su conjunto, siempre es bueno y constructivo; pero cuando se vive situaciones de pandemia, como la que nos ataca desde hace 16 meses por acción del coronavirus que ya ha causado miles de muertos y presencia de contagiados casi incontables, cuando las condiciones de trabajo y producción de los bolivianos –como las de todo el mundo– han bajado casi dramáticamente, no es conveniente difundir excesos de optimismo sobre lo ideal que podría ser nuestro futuro, especialmente económico.
No es aconsejable ni práctico crear expectativas que no tengan visos de verdad y sobre todo habiendo conciencia de que nuestra capacidad de producción, abarrotamiento del mercado y logro de exportaciones son bajos. En el campo de provisión de productos alimenticios al mercado interno, hemos sufrido bajas y las diferencias con la demanda del pueblo son cubiertas por el contrabando y las importaciones desde países vecinos. El pueblo, pese a tener conciencia del grave daño que ocasiona el virus, tiene dosis de optimismo y cualquier declaración sobre posibilidad de cambios sustanciales y aumento de los índices financieros, acelera y aumenta sus esperanzas de cambios.
Autoridades de diverso nivel hacen declaraciones de diferente tipo y hasta señalan porcentajes sobre posibilidad de crecimiento y hasta el posible pago del doble aguinaldo; son señales que crean expectativas (muchas falsamente) que, al no cumplirse, causan decepción. Es urgente, pues, que la autoridad sea cauta y prudente, tenga tino y mesura en lo que declara y evite ilusiones y optimismos ajenos a la realidad, pese a que, evidentemente, lo ideal sería que se cumpla todo lo bueno anunciado, pero la realidad, como toda verdad, se impone.
El pre-anuncio sobre un posible segundo aguinaldo es apresurado, si nos atenemos a la crisis en que se vive, una crisis que puede aumentar en tanto el virus determine el uso de más vacunas y los casos graves de contagiados no requieran atención especial que, de todos modos, tiene mayor costo. De momento, necesitamos más médicos y enfermeras, a los que se debe pagar bien y, además, asegurarles seguros de vida, que los que actualmente trabajan en todo el país deberían tenerlo. Es urgente, pese a las magras posibilidades, seguir con importación de insumos, vituallas y medicamentos para combatir otras enfermedades que, simultáneamente al coronavirus, se han presentado. De todos modos, gobernantes y gobernados debemos mantener dosis de prudencia y tino, de mesura y cuidado en lo que propalamos, pues cualquier dicho, creencia u opinión es captada por un público siempre atento a lo que se diga sobre el estado de la salud y la situación económica del país.