Lo que hace David Choquehuanca con alentar la invasión de la Chiquitania es un crimen contra esa gente que utilizan descaradamente. Los acarrean para ir a meterse al monte, les llenan la cabeza con promesas, les incentivan el odio hacia los “cambas oligarcas”, sabiendo que eso no tiene ningún futuro, a no ser para alimentar el tráfico de tierras, para sembrar coca, para instalar fábricas de cocaína o simplemente para manipular el mapa electoral, pues luego de 15 años el MAS sigue sin adueñarse de Santa Cruz, una meta que le resulta imprescindible para reproducir su poder.

Desde hace 70 años Bolivia está enfrascada en la cantaleta de la tenencia de la tierra y lo hace ahora con suprema estupidez, pese a que se sabe muy bien que más del 80 por ciento de la población prefiere irse a las ciudades, donde se vive mejor, mucho más en nuestro país, donde el campo es prácticamente sinónimo de miseria. Lo sigue siendo después de haber tenido la mejor oportunidad y los recursos de sobra para transformar la triste hitoria de nuestros campesinos e indígenas.

Ya en 1952 se cometió la torpeza de recurrir a la repartija sin ningún criterio técnico y el resultado fue un completo desastre, pues se destruyó una estructura productiva con el mismo potencial de la provincia de Buenos Aires, de las pampas uruguayas o el sur de Brasil, donde el nivel de vida es abismalmente superior al de los valles bolivianos, donde el campesinado apenas sobrevive y constantemente se ve obligado a abandonar sus parcelas.

El MAS recurre a la misma perorata de aquellos tiempos y se dirige al oriente boliviano, donde además de perpetrar un ecocidio, intenta destruir un aparato agropecuario de una enorme riqueza, con un potencial incalculable y capaz de incidir en la mejora de la calidad de vida de los habitantes de todo el país, tal como ha sucedido precisamente con la gente que ha nacido y la que ha llegado a estas tierras. Ellos ya destruyeron la industria del gas (muy pronto tendremos que importar o condenarnos para siempre a usar leña) y seguramente no les importa acabar también con la producción de nada menos que del 70 por ciento de los alimentos que consumimos.

Lo que hace David Choquehuanca con alentar la invasión de la Chiquitania es un crimen contra esa gente que utilizan descaradamente. Los acarrean para ir a meterse al monte, les llenan la cabeza con promesas, les incentivan el odio hacia los “cambas oligarcas”, sabiendo que eso no tiene ningún futuro, a no ser para alimentar el tráfico de tierras, para sembrar coca, para instalar fábricas de cocaína o simplemente para manipular el mapa electoral, pues luego de 15 años el MAS sigue sin adueñarse de Santa Cruz, una meta que le resulta imprescindible para reproducir su poder.

El verdadero campesino no necesita tierras sino tractores, pero fue justamente lo primero que se robaron los masistas cuando llegaron al poder. Hoy la agricultura y la ganaderìa requieren de tecnología, semillas de última generación, equipos sofisticados que ayuden a mejorar los rendimientos, conocimiento, ciencia, pero ellos niegan esas alternativas y  Choquehuanca es el primero en rechazar el progreso cuando dice que prefiere no leer ni estudiar sino inpirarse en las piedras y en las arrugas de los ancianos. El campesino necesita educación, dar el paso hacia la profesionalización, la técnica y la aplicación de técnicas que le ayuden a salir de la pobreza.

Lo que hace David Choquehuanca con alentar la invasión de la Chiquitania es un crimen contra esa gente que utilizan descaradamente. Los acarrean para ir a meterse al monte, les llenan la cabeza con promesas, les incentivan el odio hacia los “cambas oligarcas”, sabiendo que eso no tiene ningún futuro, a no ser para alimentar el tráfico de tierras, para sembrar coca, para instalar fábricas de cocaína o simplemente para manipular el mapa electoral, pues luego de 15 años el MAS sigue sin adueñarse de Santa Cruz, una meta que le resulta imprescindible para reproducir su poder.